Capítulo 14

No eran ni las seis de la mañana cuando me planté en la estación de trenes de Falkenhom para comprar un billete de vuelta a Estocolmo. Ni siquiera me había molestado en recoger mis cosas de la habitación en el edificio del bar. Cogí mi billete y subí al primer tren que pasó, dispuesta a alejarme todo lo posible de Sam, y de todo lo que había sucedido en los últimos días.

Entré en uno de los compartimentos y cerré las cortinas por si acaso me dormía y acababa saliendo el sol.
Me dejé caer sobre uno de los asientos. No habrían pasado ni dos minutos cuando oí aquella voz a mi derecha.

- Disculpe, señorita, ¿está libre este asiento?

Me giré.

- Jamie...
- ¿Está o no está libre?
- Sí, lo está. ¿Qué es lo que quieres? Te advierto que ya he tomado una decisión, y no conseguirás que...
- Es igual-dijo mientras se sentaba a mi lado-. No vengo a convencerte de nada, sino para hablar contigo. Dime...¿tan mal fue anoche? Porque si es así, entiendo que...
- Fue la mejor noche de mi vida, Jamie.
-¿Entonces por qué te vas, Kyla?
- ¡Ja!¿No es obvio? Falkenhom fue un error desde el principio, debí haberme largado de aquí en el momento en que empecé a sentirme atraída por Sam.
- Pero no lo hiciste.
- No, no lo hice. Y ahora su mejor amiga está muerta, y su vida corre peligro. Maté a su padre, Jamie, por dios...Tú no lo entiendes, no puedo volver. Jamás lo haré.
- Oh, desde luego que lo entiendo. Estás huyendo.
- Lo hago por Sam, es lo mejor para él.
- No, no lo es. No es bueno para nadie. Escucha-dijo mientras se acercaba más a mí-. No estás huyendo porque la vida de Sam corra peligro, puesto que le has plantado cara a Alec docenas de veces. Pero tampoco estás huyendo porque creas que representas un peligro para Sam, por lo que pasó el otro día. ¿Quieres saber de lo que creo que estás huyendo realmente?
- Jamie...
- Estás huyendo de la felicidad.

Hubo unos segundos de silencio antes de que siguiera hablando.

- Estás huyendo de tu única oportunidad para ser verdaderamente feliz porque...porque no crees merecerlo. Pero te diré una cosa, Kyla Evelyn McCarthy: mereces ser feliz. Eres una persona llena de bondad y generosidad, leal hasta la médula...
- Calla, vas a conseguir que me sonroje...

Rió.

- Hablo en serio, Kyla. Has luchado mucho durante todos estos años, y sin duda mereces algo como lo que hay entre Sam y tú. Y por si acaso no te ha quedado lo suficientemente claro, he traído algo para enseñarte.

Buscó en el bolsillo derecho de su pantalón, y sacó una especie de papel. Parecía una foto.

- Estaba esperando al momento adecuado para enseñártela, pero algo me dice que es este. Toma, cógela.

La tomé entre mis manos. Efectivamente, era una foto y en ella se veía a una chica de pelo castaño y ojos marrones de unos quince o dieciséis años desde mi punto de vista, soplando las velas de una tarta de cumpleaños junto con una mujer y un hombre que supuse sus padres.

- ¿No te suena de nada?
- No. ¿Tendría que hacerlo?
- ¿Y si te digo que su juguete favorito cuando era pequeña era un conejo?

Mi sangre se heló en cuanto llegué a la conclusión.

- ¿Es...?
- Efectivamente. Natalie Reedy. Nació en Toronto, aunque ahora vive con sus tíos en Ottawa. Tenía siete años la noche en que los tres asaltamos aquel apartamento. Al parecer, cumplió quince el mes pasado.
- ¿De dónde la has sacado?
- Internet, creo que es algo que llaman...facebook, o twitter, o algo así.
- Vaya....No...No sé qué decir.
- Pues entonces deja que te cuente lo que esa tal Natalie ha escrito en su blog.
- ¿Su...qué?
- Un...Una especie de sitio en Internet donde la gente escribe cosas. Y en su cabecera...
-¿Su qué?
- ¿Quieres dejarme terminar?
- Vale, perdona.Es que necesito actualizarme mucho con respecto a este siglo.
- Pues escribió lo siguiente: "Dedico todas y cada una de las entradas de este blog a la chica que me salvó, hace ya casi ocho años. No sé quién eres, ni siquiera sé tu nombre. Pero quiero que sepas que te estaré eternamente agradecida por salvarme la vida aquella noche. Me encantaría poder conocerte algún día".

No pude evitar que se me escaparan unas pocas lágrimas.

- ¿Qué?¿Qué te parece?
- Me parece...-dije, secándome algunas de esas lágrimas con la manga del jersey que llevaba puesto-. Me parece que tengo mucha suerte de que seas mi amigo.

Le abracé, con tanta fuerza como pude. Cuando pasados un par de minutos nos separamos, él habló de nuevo.

- ¿Entonces ves ahora la razón por la que creo deberías quedarte, y volver con Sam?
- Sí, la veo-dije, sonriendo-. Tienes razón, es que yo...Estaba asustada, ¿sabes? Jamás había sentido nada igual y tenía miedo de cómo pudiera afectarme.
- Lo sé, el miedo a lo desconocido nos afecta a todos. Incluso a los vampiros.

Pasamos unos segundos sin decir nada hasta que él habló.

- Entonces, ¿qué me dices? ¿Nos bajamos de este tren antes de que arranque?

Asentí, y ambos bajamos de allí justo a tiempo. Corrimos por el pueblo, yo la primera, en dirección a la casa de Sam.

Íbamos de camino cuando vimos una ambulancia pasar a toda velocidad a sólo unos metros de nosotros. No tardaríamos mucho en averiguar el por qué. El coche de la madre de Sam, boca abajo y totalmente destrozado. Lo reconocía porque lo había visto en la puerta de su casa.

Me acerqué allí corriendo, seguida muy de cerca por Jamie.

- ¿Qué ha pasado?-pregunté-.

Los ambulancieros la tenían inmovilizada en una camilla y se preparaban para meterla en la ambulancia. Tenía cortes por todas partes, y a duras penas se mantenía consciente.

- Ha tenido un accidente-dijo uno de ellos-. La llevamos al hospital. No sé preocupe, señorita, sea quien sea le aseguro que estará en buenas manos...
- No...-dijo la madre de Sam-. No ha sido un accidente. Me embistieron y...y me sacaron de la carretera. Se lo han llevado, Kyla. Mi hijo...Sam...

Estaba muy mal. Cada frase parecía costarle un esfuerzo sobrehumano. Mientras pensaba en algo, Jamie se adelantó.

- Creo que yo podría arreglar esto. Hace unos meses aprendí una técnica de curación relacionada con los vampiros que...
- ¿Perdona?-dijo uno de los ambulancieros-.
- Esto...nada, nada. Sólo decía que soy muy buen médico y podría ayudarla.

Tras aquello, se dirigió a mí, en voz más baja.

- Creo que podré curarla con parte de mi sangre. La sangre de vampiro tiene una función regenerativa.
- ¿Incluso en los humanos?
Sobre todo en los humanos. Tardaría unos minutos en hacer efecto, pero podría curarse mucho más rápido que si se la llevan al hospital.
- ¿Entonces qué hacemos?
- Yo me encargo de la madre, y tú de buscar a tu chico. Nos reuniremos lo antes posible.
- De acuerdo, me parece una buena idea. ¿Pero cómo sabremos dónde encontrarnos?
- Tú no te preocupes, me las apañaré para encontrarte. Ya lo hice una vez, ¿no?
- Cierto-dije, con una sonrisa muy disimulada-.

Así que me marché. Dejé a Jamie a cargo de la madre de Sam y me dirigí corriendo al lugar donde pensaba que Alec se lo habría llevado. El hostal abandonado donde lo había encontrado la mañana siguiente a que matara a Marley.

Entré echando abajo la puerta de una patada, aunque tal vez debería haber sido más discreta.

Un buen golpe en la cabeza hizo que me cayera al suelo y se me nublara un poco la vista. Pero aún así, pude reconocer ante mis ojos al ser más malvado que jamás hubiera conocido. Antaño uno de mis mejores amigos. Alec. Con desdén y otra de sus miradas burlonas, me habló.

- Se acabó el plazo, rubia.




- Alec...-le dije, a medida que iba recuperando la vista-. ¿Dónde está...?
- ¿Quién?¿Tu novio? Oh, no te preocupes por él. Está bien...de momento.
- Por favor, Alec. Esto es sólo entre tú y yo, déjale que se vaya. Él no tiene nada que ver.
- ¡Venga ya! ¡Pero si no hace ni doce horas que te lo cepillaste! Por supuesto que tiene que ver. De hecho, es la clave de todo esto.
- ¿Qué...?-le pregunté, mientras me levantaba, con una mano en la cabeza a causa del dolor-. ¿Qué quieres decir?
- Kyla McCarthy. ¿Pero cómo puedes ser tan lista y tan ingenua al mismo tiempo?
- Sigo sin saber a qué te refieres.
- Dime, Kyla, todavía a estas alturas...¿No te has parado a pensar cómo has acabado aquí? De todos los chicos como él, de todos los pueblos de todos los países del mundo...Fuiste a dar con él. Tu...¿cómo diría?¿Alma gemela?

Me quedé pensativa.

- En efecto, Kyla. Si estás aquí es porque era lo que yo había planeado. Todos y cada uno de los hechos sucedidos desde el momento en que nos dejaste han ocurrido porque yo lo quería así.
- No te entiendo, Alec. ¿Qué es lo que pretendes? Ya te lo he advertido en repetidas ocasiones, pero lo volveré a hacer si hace falta. Escúchame bien cuando te digo que no volveré contigo, Alec. Jamás. Ni aunque mataras a todas las personas con las que me haya cruzado en los últimos años. Moriría antes que volver a mi antigua vida.
- Lo sé. Ya lo sabía desde hacía tiempo, y por eso he montado todo esto. Sígueme.
- Alec...
- Sígueme, o me veré obligado a tomar medidas extremas con tu chico.

Lo hice. No sabía dónde tenía a Sam, pero lo que sí sabía era que la única forma de encontrarlo, al menos de momento, era seguirle el juego a Alec. Me llevó hacia una trampilla oculta bajo una alfombra llena de polvo, tras lo que en otros tiempos debía de haber sido una barra de bar. La abrió.

- Las damas primero-me indicó-.

No se lo discutí. Bajé las escaleras. Unos veinte o veinticinco escalones y había llegado a una especie de sótano. Pero no había luz, y apenas veía nada.

A sólo unos metros de mí, escuché unos gemidos.

- ¡Sam!-grité, corriendo hacia donde había oído la voz-.
- ¡¿Qué le has hecho?!-le grité a Alec-.
- Nada en comparación con lo que haré si no sigues mis instrucciones. Apártate de él.

Besé a Sam, y dubitativa hice lo que Alec me había dicho.

-   No lo entiendo, Alec. ¿Qué es lo que quieres? Nada de esto tiene sentido.
-   Como si todavía no lo supieras, Kyla.
-  ¿Cuántas veces tendré que decírtelo? No pienso volver contigo, pase lo que pase.
-  ¿Estás segura?¿Pase lo que pase?

Se acercó a Sam. Le agarró un brazo y empezó a moverlo hacia arriba. Sin intención alguna de parar. Aunque parecía intentarlo con todas sus fuerzas, Sam no pudo evitar un fuerte gemido de dolor.

-  Esto es lo primero que haré. Le dislocaré a tu chico todas y cada una de sus extremidades, una por una.
-  ¡Hijo de...!-dije, al tiempo que me acercaba él-.
-   Ah, ah, ah. Yo de ti no haría eso. ¿Crees acaso que estamos solos? Me he traído unos dos o tres amiguitos de un pueblo por el que pasé en el camino hacia aquí...Knörncoping, Förnjopin, Linköping...o algo así.

Y era verdad. Salieron de la nada. En cuestión de segundos me vi rodeada por tres vampiros, todos ellos auténticos armarios de casi dos metros de altura.

-  Eres...Eres un monstruo-le dije-.
-  No, soy un amigo. Tu amigo. Y haré lo que haga falta para recuperarte.
-  ¿Por qué no entra en la cabeza de una vez, Alec? No eres mi amigo. Nunca lo has sido. He sido una tonta, una ingenua durante toda mi vida, pero ahora lo veo totalmente claro. Jamás fuiste mi amigo, ni siquiera antes de convertirnos en vampiros. Siempre hiciste lo imposible para hacer sentir a Jamie que no valía nada, que no llegaría a nada en la vida…Pero era infinitamente mejor que tú, mejor hombre y mejor persona  de lo que tú serás jamás. Él es mi ÚNICO amigo. Tú sólo eres un conocido suyo.

Aquellas palabras parecieron afectarle. Pero lejos de entristecerlo, lo enfurecieron todavía más.

-  Jamie no es más que un idiota, inútil y débil como él solo. Siempre lo ha sido y siempre lo será. Lo mataré en cuanto acabe con tu novio. Y entonces volverás conmigo, aunque tenga que ser a la fuerza.
-  Ya, como si te lo fuera a poner tan fácil.

Jamie. Apareció en aquel momento, junto a una mujer con una especie de ballesta. Disparó unas pocas flechas (de hecho, las justas) y mató a los tres vampiros contratados por Alec antes de que a ninguno nos diera tiempo a darnos cuenta. Tan solo quedó el polvo que dejamos los vampiros cuando morimos.

- ¿Mamá?-preguntó Sam, totalmente alucinado, aunque sabía perfectamente que aquella mujer era su madre-.
- Hola, hijo. Aguanta, enseguida te suelto. Pero antes...-dijo, apuntando hacia Alec-...antes quiero saber quién coño eres y qué es lo que tenías pensado hacer.

Parecía mentira. Acababa de tener el accidente más grave que había visto en mi vida, y apenas le quedaba una sola marca en el cuerpo. Jamie tenía razón respecto a su método.

- Vaya, vaya. Parece que mamá se une a la acción-dijo Alec-. Dime...¿qué piensas hacer con ese arma medieval tan chula?
- Atravesarte el corazón con una de estas flechas, tal y como he hecho con tus inútiles secuaces si no haces exactamente lo que yo te digo.
- ¿Y qué te hace pensar que estás en condiciones de amenazarme?
- No sé...tal vez, que soy yo la que tengo el arma y tú el listo que no nos ha visto llegar.
- Nadie...amenaza...a Alec Dewell-dijo mientras se acercaba más a la madre de Sam-.Y mucho menos una...

Una flecha salió disparada, directa hacia el corazón de Alec. Pero él fue más rápido. La atrapó con una mano, al vuelo.

- Uhm...Yo de ti no lo hubiera hecho.

Apenas nos dio tiempo a reaccionar. La madre de Sam recibió el impacto de la flecha. Por suerte, lo hizo cerca de un hombro.

- ¡Mamá!-gritó Sam, tratando por todos los medios de liberarse-.
- Estoy cansado de interrupciones. Señora madre, mantente apartada si sabes lo que te conviene.
- Es mi hijo-dijo levantándose-. Moriré antes de dejar que la hagas daño, maldito ca...

No le dio tiempo a decir más, Alec corrió hacia ella y le golpeó varias veces la cabeza contra el suelo, hasta dejarla inconsciente. De ella, empezaron a caer unas pequeñas gotas de sangre.

- ¡¡¡MAMÁAA!!!

Jamie trató de socorrer a la madre. Yo corrí hacia Alec y me dispuse a abalanzarme sobre él, pero me detuvo con aquellas palabras.

- ¡¡¡Ya está bien!!! Como te acerques un solo centímetro más le rajo el cuello a tu chico.
- Está bien, Alec. ¿Qué es lo que quieres que haga? Solucionémoslo de una vez. Terminemos con esto.
- Ah, lo que quiero que hagas...es muy sencillo. Verás-dijo mientras buscaba algo en uno de los bolsillos de la ropa que llevaba-.

Se sacó una especie de pistola.

- Tómala-me ordenó-.
- Pero...¿por qué?
- Tú hazlo, si quieres que te cuente la segunda parte del plan.

Lo hice. Tomé aquella pistola entre mis manos.

- Está bien, lo que tienes que hacer es disparar. Sólo hay una bala, y tendrás una única oportunidad. Tan solo tienes que decidir.
- No lo entiendo.
- Entre tu chico y yo. 
- Estarás de coña, ¿no? No pretenderás que...
- Oh, desde luego, Kyla. Eso es justamente lo que pretendo. En esa pistola hay una bala de madera, bien afilada. Disparada al corazón, mataría a cualquier humano o vampiro.
- No voy a hacerlo, pero incluso aunque me decidiera...si te matara a ti, yo también moriría.
- Ahí está la gracia.

Estuve unos segundos mirando a Alec y luego a Sam. Finalmente, volví a mirar al primero.

- No puedo hacerlo. No pienso hacerlo, porque de ser así podría acabar volviéndome como tú. No voy a matar a nadie, Alec. No sé si te has informado pero...hace tiempo que dejé de ser así.
- Creo que no lo has entendido, Kyla. Sólo uno de nosotros dos saldrá de aquí hoy con vida.Y tú vas a decidir quién. Decidirás de una vez por todas qué es lo que más te importa realmente, el amor...o tu propia vida.
- Estás loco, Alec, si piensas que voy a obedecerte...
- Oh, por dios.

Todo sucedió en menos de un segundo. Me arrebató la pistola y disparó a Jamie. A la altura del corazón. Éste se llevó las manos al pecho y puso los ojos en blanco. Alec se acercó a él y lo lanzó contra la pared más cercana, que atravesó como si fuera de papel. Después, un característico sonido me indicó que mi mejor amigo acababa de convertirse en polvo.



- ¡¡¡ JAMIE!!!- grité, desesperada-.

Me abalancé sobre Alec y lo tiré al suelo.

-Te mataré. ¡Juro que te mataré por esto! Jamie...

No pude evitarlo. Las lágrimas me resbalaban de los ojos sin control.
-¡Así me gusta! Esto es justo lo que quería. Esto es precisamente lo que andaba buscando. La vieja Kyla ha vuelto.
-No, no lo ha hecho- sollocé mientras me levantaba-.

Intenté tranquilizarme, todavía sin creerme que acabara de perder a mi mejor amigo. Asesinado ante mis propios ojos.

-Entiéndelo, Kyla. Siento haber acabado con Jamie.- por un momento incluso me pareció que estaba siendo sincero-. Pero era necesario.
-No lo entiendo Alec- dije -. ¿ Por qué no seguiste por tu cuenta simplemente? ¿ Por qué no seguiste tu propio camino en lugar de invadir el mío?
-Porque te quiero, Kyla- esta frase me destrozó por dentro-. Te quiero y te necesito para seguir adelante.
-No me vengas con cuentos, Alec. Puede que nos lleváramos muy bien en el pasado, puede que significaras mucho para mí en algún momento, en otros tiempos... y quizás sea esa la razón por la que no soy capaz de matarte. Pero Jamie... Jamie me entendía, Alec. Se esforzó por abandonar su antigua vida y no solo lo consiguió, sino que salvó la mía también.
-Kyla... Por favor, te lo ruego. Vuelve conmigo. Iremos a donde tú quieras.
-Tú mismo me has traído aquí para ponerme a prueba. Y yo te digo que no pienso pasar por ella. Y te pido por favor que te vayas, que me dejes en paz y me dejes vivir junto Sam, un chico increíble del cual, por cierto, estoy perdidamente enamorada.
-Ni de coña. No te saldrás con la tuya Kyla. Te he dado a elegir, y vas a a elegir. O elegiré yo por ti.

En aquel momento apuntó con su arma hacia donde estaba Sam.

-¿ Pero qué...?

Pero ya no estaba. Alguien, aprovechando la distracción de Alec con nuestra conversación, lo había liberado.

-¡Eh, tú!-gritó una conocida voz dirigiéndose a Alec-. Fuimos amigos durante más de cien años, me ofende que ya no recordaras... que mi corazón está en el otro lado, ¡imbécil!

Jamie estaba bien.

- Ah y por cierto soy bastante más fuerte de lo que piensas.

Dicho esto Jamie golpeó a Alec y lo tiró al suelo. En aquel momento, Alec se dio cuenta de que la madre de Sam tampoco estaba.

-Esto no cambia nada, Kyla- dijo mientras se levantaba.
-Desde luego que cambia algo ¡Lo cambia todo!
-Kyla...
-No. Sencillamente no me creo que no recordaras después de más de cien años de amistad en qué lado del pecho tenía el corazón tu mejor amigo.
-Pues creételo. Ha sido un pequeño fallo de cálculo, nada más.
- No, seguro que no ha sido eso. No querías matar a tu mejor amigo y no lo hiciste. Podrías haber matado a la madre de Sam, pero no lo hiciste, igual que tampoco querías matarlo a él. Por eso necesitas que yo tome la decisión. Quieres que te detenga, que acabe con tu maldad.
- Eso es absurdo. ¿ Acaso hace falta que te recuerde cómo asesiné a aquella chica el otro día? ¿ Cómo la torture y le provoqué tal dolor que incluso estuvo a punto de suplicar su propia muerte?
- Esa es justamente la razón por la que has montado todo esto. Es como...como un gran grito de socorro. Crees que has llegado a un punto de no retorno y que solo yo soy capaz de salvarte.
- Está bien , se acabó. O eliges o te llevas esta bala de regalo.
- Por encima de mi cadáver- dijo Sam-.
- Como quieras. Que conste que os he dado tiempo más que suficiente.

Convencido de que no tendría ni la oportunidad de defenderse, Alec se enfrentó a Sam. Pero sorprendentemente, le paró. Le quitó la pistola y se lanzó sobre él.

- Digno hijo de un cazavampiros- dijo Alec-. Eres bueno, pero nunca llegarás a mi nivel.
Alec cogió a Sam y lo lanzó por los aires. Aterrizó a varios metros de distancia.

- ¡¡¡ Sam!!! grité mientras me acercaba allí.
- No querías que lo matara ¿eh?- dijo Alec-. No pensabas que fuera capaz, ¿no? Pues voy a hacerlo.
- No tienes por qué, Alec. Por favor, detente...
- No, Kyla.
- Escúchame, Alec. Sólo por un momento, demuéstrame que todavía queda en ti algo del chico que conocí en aquel callejón, hace 109 años.
- Kyla...

Creía que no lo haría, pero se detuvo a sólo un par de metros de Sam.

- Es cierto, Alec, que has hecho cosas horribles. Pero yo también las hice, y estoy saliendo adelante. Por muy convencido que estés de lo contrario, hay vuelta atrás. Siempre la hay.
- No, no siempre- se giró hacia mí- Mírame Kyla. Tú misma lo has dicho. Soy un monstruo.
Por un momento parecía que Alec estaba a punto de llorar.
- No, Alec. No eres un monstruo. Sólo eres... un hombre que tuvo mala suerte hace algún tiempo. Te dieron algo que pocos en tu situación habrían sido capaces de controlar. Pero no es tarde para tratar de hacerlo, Alec. Podemos intentarlo...juntos.
- No es que no quiera hacerlo, Kyla. Es que el deseo es tan fuerte...
- Alec, te lo suplico. Dame una oportunidad. Puedo ayudarte. Ayudarte a cambiar. Sé que hasta ahora te he dicho lo contrario pero... podríamos reunir el trío. Podríamos andar juntos, sin hacer daño a nadie más el resto de nuestra eterna vida vampírica. ¿Qué me dices?
- A mí me parece una buena idea-intervino Jamie-.
- Nadie ha pedido tu opinión, Jamie. Y lo siento, Kyla. De verdad que quiero intentarlo, pero sencillamente no soy capaz. Nunca lo he sido. Jamás he sido tan fuerte como tú.
- Podemos arreglarlo.
- Te quiero, Kyla. Siempre te he admirado. Y no, no quiero perderte...- dijo sollozando. Lo siento tanto... Todo por lo que te hecho pasar...
- No importa, Alec. Saldremos de esta los dos juntos, ¿vale?

Me acerqué a él, con intención de abrazarle. Pero algo en su interior me lo impidió.

- ¡No! ¡ No te acerques a mí! ¡ Acabaré con esto ahora!- me gritó girándose hacia Sam, el entonces inconsciente Sam-.
- Alec, por favor. No...
- He dicho que lo sentía mucho. Pero sigo sin tener opción.

Se separó de mí y antes de que me diera tiempo a reaccionar acortó las pocas zancadas que le separaban de Sam. Cuando estaba a tan solo medio segundo de romperle el cuello, sintió un dolor punzante en su pecho. A la altura de su corazón.

En solo unos segundos que parecieron toda una eternidad, se llevó una mano al pecho, descubriendo la punta de una bala de madera sobresaliendo de él. Se giró hacia mí, sonrió y con una mirada agradecida dijo su última palabra.

- Kyla...

Y desapareció. Se convirtió en millones de motas de polvo. La bala cayó al suelo. Me derrumbé entre lágrimas y me desplomé. Jamie corrió a abrazarme.

- Kyla... pero qué has hecho.
- Lo siento, Jamie, pero no tenía opción. Iba a matarlos, lo habría hecho tarde o temprano. Tenía que detenerlo...- dije, sollozando-.
- Kyla... Has matado a Alec.
- Lo sé, yo...
- No, no me entiendes, Kyla. Has matado a tu padrino, al vampiro que te convirtió.

Lo abracé con más fuerza. A solo medio metro de nosotros, Sam seguía inconsciente. Lo sabía. Atravesé el pecho de Alec totalmente consciente de que, desde el momento en que muriera y su cuerpo se desintegrara, yo estaría condenada. No me quedarían más de uno o dos minutos de vida.
- Estaba dispuesta, Jamie. Estaba dispuesta a sacrificarme. Por Sam, su padre, Marley... La humanidad ha sufrido mucho nuestra existencia. Por mucho que me duela admitirlo, el mundo será un lugar mejor cuando yo no esté.
- Por favor Kyla... Sabes que eso no es cierto. Joder, ojalá pudiéramos volver a los principios de nuestra amistad, antes de aquella horrible guerra. Con lo fácil que era todo entonces...
- Lo estoy sintiendo, Jamie. Lo siento por dentro.
- No...-dijo, dejando escapar sus primeras lágrimas-. Por favor, Kyla... No me dejes solo. Kyla...

Y era cierto, lo sentía. Entonces llegó el momento. Perdí el control de mi cuerpo, me caí al suelo de golpe y noté como todo mi ser empezaba a temblar. Aproveché para decir una última cosa.

- Por favor- dije, ya casi sin fuerzas-. Dile a Sam que le quiero. Y respecto a ti, Jamie... has sido el mejor amigo que nadie hubiera podido tener.
- Kyla...¡ Kyla!

Mi vista empezó a nublarse y empecé a oír la voz de Jamie como algo más lejano a cada segundo que pasaba. Cada vez veía menos claro hasta que, sencillamente, dejé de ver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario